Wednesday, April 18, 2012

Tiempo

Amo los días sutiles con color y calor. Quiero retroceder el tiempo y detenerlo para vivir de nuevo, sin cambiar nada… esos atardeceres, amaneceres, días completos. Ir y venir muchas veces. Disfrutarlos ahí otra vez. Estar en presente en ese pasado. Complementar mi hoy con ese ayer. Y cuando lo vivo de nuevo sonrío, regreso y agradezco a Daguerre.

Friday, March 30, 2012

No sabía

Si caminas sin ritmo y te descubres a ti mismo en paralelo a una pared amarilla y te detienes sin motivo, sin saber. Si vas andando junto a un muro y aientes un ritmo desconocido que te hace mover a un compás, sin saber. Si te detienes y volteas buscando un algo que crees haber olvidado, sin saber. Si una fuerza te lleva a la nada y te guía, sin saber... Voltea hacia todos lados, piensa, date un segundo. Si nada ocurre, estás loco, si algo pasa resulta que al final si sabías, pero igual, ante los ojos del mundo, también estás loco!

Sunday, January 15, 2012

Una mesa y unas tetas

Se acercó con 500 CC a cada lado, mientras yo pensaba en la inconformidad del cangrejo. Porque pensar en la inmortalidad es casi lo mismo... Inmortales no son, e inconformes nunca lo sabremos. Y yo soy inconforme, agradecida, pero inconforme.

Y casi le grito ¿qué hiciste? Pero ella no soltaba el teléfono, y yo quería decirle que está loca, pero ella me sonreía como diciendo, ya voy esto es importante. Yo pensaba ¿qué hace aquí?, que hable en otro lado.

Mientras hablaba no se concentraba en ver nada, ni a nadie, pero no se lo podía decir, y esperé... Y no podía quitar la vista de sus 1000CC... ¿A quién se le ocurre? ¿Será actriz porno? ¿O una persona muy inconforme? A lo mejor es actriz telefónica, de esas que ofrecen placer auditivo, pero entonces para qué tantos CC? A lo mejor los disfruta ella sola mientras recibe llamadas. Me di cuenta que apoyaba su antebrazo izquierdo sobre ese mismo lado mientras habla por teléfono. Le consiguió otra función, pensé. Parecen duras, ¿las disfrutarán los hombres así de duras? Porque el tamaño seguro que lo disfrutan, pero ¿lo duras también?

Ahora cuelga el teléfono, tiene el dinero enrollado en la mano derecha, con la misma que levantaba una que otra pulsera para verla, con los dedos libres que le quedaban. Me sonríe como si fuese cómplice de la conversación que acababa de tener, no se qué habló ni con quién, no soy cómplice, ni me interesa, pero sonrío igual. A la orden, le digo. ¿Qué precio tiene esto? Me gusta pero no tengo nada verde. Pues vergüenza de andar poco combinada no deberías tener, porque con ese tamaño que llevas puesto es suficiente para notar que no te importa. Pero no sabe. Pregunta por los zarcillos que hacen juego. Sí, quiere que combinen. Los agrupa, pregunta el precio de uno, del otro y el total. ¿No sabe sumar? No es un número tan grande.

La llaman de nuevo, deja la mercancía, me dice en voz baja que ya viene. ¿Se va a quitar los CC? ¿O tiene otra llamada por las que cobra? ¿O se irá a comprar una camisa que combine con la bisutería, que para cuando quiera comprarla ya no va a poder porque se habrá gastado el dinero en la prenda de vestir, que tendrá que mandar a arreglar, porque la tuvo que comprar talla L porque le queda bien arriba, pero grande abajo.

Yo me quedo con las mías naturales. Que si me pagaran por llamarme para dar placer, lo haría, pero necesitaría una mesa para apoyar el antebrazo.

Monday, December 19, 2011

Una cita un año después

Tenía cita con el ginecólogo. De esas citas a las que le buscas excusas para no ir: que si parió la perra, que si se rompió una tubería de la vecina anciana de arriba y tuve que ayudarla, incluso llegué a mentirme a mi misma pensando que primero tenía que ir al odontólogo.

Pero llegó el día, no hay más que esperar, tenía que hacerme el chequeo tan poco deseado, nuevamente el momento incómodo. Quitarse la ropa sin ningún tipo de placer, sentir frío, desear que los minutos pasen rápido y que el doctor no me cuente que el día anterior asistió al debut en teatro de su secretaria.

Marqué el número, reservé mi día y mi hora -lo antes posible para salir de eso de una vez-. Mañana a las tres de la tarde.

Desde que me desperté, ocho horas eternas hasta llegar al consultorio. Comí poco durante el día para no traumarme cuando me pesara y medité para disminuir el estrés.

Una cantidad de gente fuera de lo normal esperaba en la puerta. Unas diez mujeres estaban ahí, acorralando a la secretaria del doctor. Canceló todas las citas, fue lo primero que pensé. Pero habían lágrimas, caras de desconcierto. Se le murió una paciente en el quirófano mientras le sacaba algún quiste, fue lo segundo. Se escuchaban frases de lamento: “pobre hombre; nunca me lo imaginé; ¿cómo sucedió?…” Con esto último ya no sabía que pensar, mi imaginación desesperaba en búsqueda de una respuesta. Así que me acerqué lo más que pude y a duras penas logré llegar hasta la mujer.

Como no sabía que decir, ni cómo preguntar que estaba pasando, actué lo más normal posible: “Disculpe, tengo cita a las 3 con el doctor Melrosa”. Deseé haber ido de verdad al odontólogo cuando la mujer me dedicó una mirada parecida a la de mi vecina cuando se le inundó la casa, y me respondió: “El doctor Melrosa sufrió anoche tarde un crimen pasional”, suspiró, hizo una pausa en la que quise reír. ¿Un crimen pasional? ¿Quién habla así?, además, ¿me está hablando en serio?. “El culpable está detenido y su pareja, que se encontraba con él, está en terapia intensiva”. Terminó la secretaria el guión que parecía había repetido varias veces para contarlo en televisión. Seguro ha mejorado, ha pasado más de un año, pensé.

No pregunté más. En mi siguiente cita con el médico nuevo fui yo la que conversó sin parar mientras me examinaba, incluso me ofrecí a asistirlo en el parto de su perra, y me vi tentada a invitarlo al teatro.

Tuesday, December 06, 2011

¡Qué vuelo!



Abrí los ojos, estaba desubicada, no terminaba de entender dónde estaba. La luz que me llagaba era borrosa. Cuando por fin aclaré mi visión y mi mente, recordé que estaba en un avión, pero no sabía a dónde iba, no reconocía la aerolínea, ni la ropa que llevaba puesta, esa camisa a rayas jamás la había visto. Mi compañera de asientos, una anciana de unos 74 años, me miró con una sonrisa tierna como sintiendo compasión de mi cara de desconcierto.

–Buena siesta la que acaba de hacer, ha roncado todo el vuelo.- me dijo al tiempo que se le esfumaba la sonrisa y en su rostro aparecía una cara donde se reconocía un sentimiento de odio. Quería responderle que sentía mucho si no la había dejado dormir, pero en cambio le dije que dejara la envidia y se comprara unos audífonos. No podía controlar mis palabras. Presioné el botón que llama a la aeromoza para pedirle un vaso de agua y preguntarle hacia dónde nos dirigíamos, pero todo lo que salió de mi boca cuando ella se acercó fue: “¿me puede dar una cápsula para detener el tiempo por favor?”. Todo el mundo se giró a mirarme, yo no me escuchaba a mi misma y había gritado la absurda pregunta.

Quise levantarme del asiento para ir al baño, pero no fui capaz de desabrocharme el cinturón de seguridad. Así que me tumbé ahí, vencida, al lado de la vieja que no paraba de quejarse de mi mala educación, con la azafata parada a un lado mirándome sin saber que responder. Respiré, la miré y en vez de decirle que necesitaba ayuda, eructé tan fuerte y largo que el avión vibró, vibró tan fuerte, que me levanté del asiento y fui halada hacia debajo de nuevo gracias a que estaba amarrada. Para cuando volví a la antigua posición sentí como que hubiese golpeado el suelo y desperté.

Efectivamente estaba en un avión y sí sabía a dónde me dirigía. También tenía a una vieja al lado que me miraba con odio y me dijo a penas me vio despierta que debía acudir a un especialista de sueños, pues hablaba dormida. Mi cara de vergüenza la incitó a seguir la conversación para decirme que el tiempo no se detiene hasta que mueres y que para la próxima vez no era buena idea comer chorizos antes de un vuelo tan largo.

Monday, September 12, 2011

Huele a gato encerrado

Tenían cara de tristeza. Hacían pucheros para contener las lágrimas, el nudo en la garganta se veía a través de la piel...
De repente se hacen un comentario en un idioma desconocido, de esos que el porcentaje que lo entiende es 2% en el mundo entero, no tienen miedo a que las escuchen, así que hablan con tranquilidad.

Una de ellas soltó una carcajada rápida. Por un momento parecía que desaparecía el dolor, de sus ojos. Seguía sonriendo pero con culpa, con remordimiento. Era engañosa. No quería ni que su sombra la viera disfrutar de un minuto de alegría...

Lo que olvidaron es que el lenguaje corporal dice más que mil palabras. El olor en el ambiente no tenía idioma y pudo más que ellas y que todos a su alrededor. Las sacó de su pesadilla y englobó a todos dentro de ese ascensor en una burbuja aún peor.

Ahora todos hablaban el mismo idioma: caras con muecas, manos que se tapaban la nariz, frentes y narices arrugadas. Solo ellas sonreían. Risas nerviosas que hicieron que olvidaran el dolor y ahogaran el olor.

Monday, August 29, 2011

Fue tan simple

Mientras la chica corría, dos hombres salían del trabajo para ir a comer. Andaban en dirección opuesta, así que se cruzaron en el camino justo cuando el semáforo de peatones cambió a verde.
A mitad de la calle, uno de los hombres la sigue con la vista mientras comenta al amigo: “Es así de simple, ella corre y tu comes”. La chica logró escuchar la frase y sonrió, luego se detuvo dos pasos más adelante, se volteó y gritó: “¡Hey, yo también quiero comer!”.
Fue tan simple como dejar de correr e ir a comer con dos desconocidos con los que compartió un rico almuerzo.