Monday, September 12, 2011

Huele a gato encerrado

Tenían cara de tristeza. Hacían pucheros para contener las lágrimas, el nudo en la garganta se veía a través de la piel...
De repente se hacen un comentario en un idioma desconocido, de esos que el porcentaje que lo entiende es 2% en el mundo entero, no tienen miedo a que las escuchen, así que hablan con tranquilidad.

Una de ellas soltó una carcajada rápida. Por un momento parecía que desaparecía el dolor, de sus ojos. Seguía sonriendo pero con culpa, con remordimiento. Era engañosa. No quería ni que su sombra la viera disfrutar de un minuto de alegría...

Lo que olvidaron es que el lenguaje corporal dice más que mil palabras. El olor en el ambiente no tenía idioma y pudo más que ellas y que todos a su alrededor. Las sacó de su pesadilla y englobó a todos dentro de ese ascensor en una burbuja aún peor.

Ahora todos hablaban el mismo idioma: caras con muecas, manos que se tapaban la nariz, frentes y narices arrugadas. Solo ellas sonreían. Risas nerviosas que hicieron que olvidaran el dolor y ahogaran el olor.